sábado, 10 de febrero de 2018

Un relato policial psicológico (Reseña de Crimen y Castigo de Fiodor Dostoyevski)

Crimen y castigo - Dostoievski

La literatura rusa, aquella emergente del siglo XIX, es tan rica como abundante: Pushkin, Gogol, Turgeniev, Chejov, Gorki... pero, y sin provocar favoritismo (solo partiendo desde la susceptible crítica del siglo pasado), alcanzó la grandeza con La guerra y la paz de Tolstoi y la obra pertinente. Ese carácter universal que se distingue en Crimen y castigo, como así también su intenso trabajo psicológico, hacen de esta obra un coloso de las letras de todos los tiempos. Si personajes como Raskolnikov, Sonia o Petrovich fuesen franceses, ingleses o mexicanos, no nos daríamos cuenta. Y es que este humilde escritor se siente tan empequeñecido por tratar con este titulo, les solicita su paciencia y comprensión.

Cuando leí este libro por primera vez, a los catorce años, experimenté la sensación de haber leído una novela psicológica. Pero al leerlo más tarde, comprendí que
Dostoyevski también había concebido un excelente policial. Y eso es, justamente, Crimen y castigo: un policial psicológico, con tendencias metafísicas. Quizá solo sea la casualidad que por aquellos mismos años se pretendía unir al mundo en un mismo idioma, el esperanto. Porque la idea de un estudiante fracasado con aspiraciones napoleónicas que comete un crimen y luego el castigo se plasma en su conciencia, es (como escribí anteriormente) universal. Tal vez no sea en la decadencia de los Romanov, pero ¿acaso no todos los gobiernos se encuentran en la actualidad bajo un sometimiento de cobardía? Mucha agua pasó bajo el puente y poco ha cambiado de la Inglaterra de Dickens, de la Francia de Hugo y de la Rusia de Dostoyevski.

Pero la moral se ha empobrecido hasta el nivel más deplorable. En la actualidad, no existen prostitutas como Sonia; ni asesinos como Raskolnikov ¡Ni mucho menos policías como Petrovich! Tal vez en la Rusia Imperial del autor de El idiota tampoco haya sido así. Solo nos queda contentarnos con un justificado pero falso aire romántico...

Cuando Raskolnikov le pide a Sonia que le lea los Evangelios, es precisamente en la narración de la resurrección de Lázaro en donde el asesino encuentra consuelo, tal vez porque él tendría la suya, en las nevadas tundras siberianas. Y es una paradoja que un asesino y una prostituta lean acompañados, porque estos títulos que se granjean ciertas gentes son lo más bajo a lo que pueden aspirar las personas. Los hombres, asesinos; las mujeres, trabajos en las calles.

En estas líneas les he recomendado dos obras. Una, Crimen y castigo; la otra, la Biblia. Tal vez se utilice como emancipado empeño a las generaciones futuras la permanencia en el tiempo de estas obras. Una vez más, ¡Gracias por darnos el don de leer y escribir!


Escrito por: Yamil Artigas

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